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Hay una tendencia de inflación al alza, no solo en México, sino en todo el mundo. Eso es innegable. Entonces ¿qué pueden hacer los Bancos Centrales para intentar contenerla, sobre todo, Bancos Centrales como el mexicano cuyos instrumentos típicos de política monetaria (nivel de tasas) tiene un alcance menor en la economía (debido al bajo nivel de bancarización de la población)? Una de sus herramientas más importantes es el “anclaje de expectativas”.

Primero lo primero. ¿Qué es el anclaje? El anclaje es un sesgo cognitivo; Daniel Kahneman, premio Nobel de economía, lo define como “el efecto que se produce cuando las personas consideran un valor particular (o un ancla) para una cantidad desconocida antes de estimar esa cantidad”. En el mundo económico y financiero este tipo de sesgo prevalece y es uno de los más frecuentes al momento de pronosticar la inflación. Dado lo anterior, que las “expectativas estén ancladas” significa que el público general aún cree que la inflación futura rondará alrededor del ancla que el Banco Central publicó.

Para el caso de México, dicha ancla se encuentra en el rango entre 2% y 4%, con un ancla puntual en 3%. Generalmente se le conoce a este rango como el rango objetivo de la inflación impuesto por Banxico, y si las expectativas están ancladas, entonces el público general esperará que la inflación se mantenga en ese nivel, y si se llegase a salir, sería de manera temporal y transitoria.

Con una confianza bastante alta, puedo decir que, al menos durante los últimos 18 años (desde 2003, que fue cuando Banxico adoptó el ancla para la inflación de 3%), las expectativas de inflación en México han permanecido ancladas, aunque esto no ha implicado que, en distintos periodos, veamos inflaciones fuera de este rango (Gráfica 1).

Gráfica 1

Inflación anual y rango de Banxico.

Fuente: INEGI

De la gráfica se puede concluir que 53% de las observaciones de inflación anual se encuentran fuera del rango de Banxico. ¿Esto quiere decir que el Banco no está haciendo bien su trabajo? Afirmar tal cosa sería bastante precipitado.

Hay que recordar que el periodo en el que trabaja la política monetaria no es el corto plazo. Las acciones de política monetaria tienden a surtir efecto en un lapso de 12 a 18 meses, por lo que un repunte inflacionario (que muchas veces escapa de la injerencia de Banxico, como es el caso de presiones en la inflación no subyacente) debería ser atemperado en este lapso.

Con lo anterior, vemos que esto sí sucede. El periodo más largo que la inflación ha estado por encima del 4% fue entre 2017 y 2019, y tuvo una longitud de 25 meses, ligeramente por encima del lapso que dura la política monetaria en actuar; y fue justo en ese lapso en el que anxico subió de manera “agresiva” las tasas de interés (hasta 8.25%) para aliviar las presiones inflacionarias. Y funcionó.

Ahora bien, vemos el caso actual. La inflación quincenal salió en 6.02% y Banxico, de manera sorpresiva (pues ningún analista en el mercado lo esperaba) subió su tasa de interés de 4 a 4.25%. Pero, ¿esto es suficiente para atemperar la inflación “rampante”? Aquí sí, la respuesta es un contundente no. Entonces, ¿a qué está jugando Banxico? Al juego de las expectativas.

Banxico sigue insistiendo que las presiones inflacionarias que vemos son transitorias sin embargo, el mercado y el público en general habían mandado señales de incredulidad al respecto, y si Banxico quería mantener las expectativas ordenadas, entonces tenía que actuar. La subida de tasas de interés tendrá poco o nulo impacto en la economía real vía ahorro o inversión, pero manda el mensaje correcto: estamos dispuestos a actuar si la inflación realmente se empieza a salir de control, y ese es el mensaje que vuelve a ordenar las expectativas, y si las expectativas están ordenadas, entonces la inflación tiende a comportarse mejor.



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