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Publicado originalmente en el boletín informativo de LinkedIn de Stephen Dover, Global Market Perspectives. Siga a Stephen Dover en LinkedIn, donde publica sus reflexiones y comentarios, así como su boletín informativo Global Market Perspectives.

La incertidumbre predomina. El riesgo puede tenerse en cuenta las decisiones de inversión. La incertidumbre, no. 

Los datos económicos de EE. UU. publicados recientemente son más débiles de lo esperado. De continuar esa tendencia, los economistas rebajarán pronto sus pronósticos sobre el crecimiento del producto interior bruto (PIB) de EE. UU. en 2025. Los beneficios corporativos ya se están revisando a la baja. Los inversores parecen confiar menos de lo habitual en el futuro, lo que tiene su reflejo en la debilidad del mercado de renta variable.

¿Por qué está sucediendo ahora? ¿No tenía la economía estadounidense unas bases sólidas?

En efecto, al final del año pasado, EE. UU. tenía un bajo desempleo, los salarios reales están aumentando, los beneficios corporativos eran sólidos y la Reserva Federal estadounidense (Fed) estaba relajando su política. Las esperanzas de rebajas fiscales y liberalización favorable a las empresas cautivaban a los ámbitos del comercio y las finanzas. Según todos los indicios, 2025 debería haber sido un año excelente para la economía estadounidense, los beneficios corporativos y los mercados de capitales.

¿Qué hay detrás de las perspectivas más pesimistas actuales? Creo que la principal causa es la incertidumbre que se resulta de las caóticas políticas de gobierno de Washington D. C.

El riesgo es algo que puede cuantificarse y calcularse aproximadamente mediante distribuciones de probabilidades. Aun cuando existe un riesgo significativo, los inversores pueden seguir actuando para maximizar sus rentabilidades incluyendo ideas basadas en probabilidades para evaluar la viabilidad de los resultados futuros.

Por el contrario, la incertidumbre no se puede medir. No se puede conocer ni calcular y, por tanto, paraliza la toma de decisiones.

Cómo lidiar con la incertidumbre

Como no sabemos no que viene, tenemos que estar aún más atentos a los datos. 

En los dos primeros meses de 2025, muchos indicadores económicos se han vuelto más negativos. El primer golpe provino de la confianza de los consumidores. En febrero, la encuesta de los hogares de la Universidad de Michigan se hundió a 64,7, lo que supone una caída del 9 % con respecto al nivel de enero y un 12,5 % por debajo del dato de diciembre.1 A nadie le sorprende que, cuando los consumidores no tienen confianza, se vuelven más negativos con respecto al futuro.

La encuesta de confianza de la Conference Board nos dice exactamente lo mismo. Su dato de febrero cayó a 72,9, por debajo de la línea de demarcación de 80 que, según esta institución, indica una próxima recesión.2

Y eso no es todo. La encuesta de gestores de suministro del sector manufacturero del ISM del mes de febrero mostró un descenso de los nuevos pedidos y una caída del empleo en el sector. La entrega de los proveedores, uno de los principales indicadores de la demanda industrial, se desaceleró hasta paralizarse. Según la encuesta: «La demanda se ralentizó, la producción se estabilizó y la reducción de plantilla continuó cuando las empresas sufrieron el primer shock operativo de la política arancelaria de la nueva Administración».

Incluso un indicador retrospectivo habitual, el mercado laboral, se está moderando. La media móvil de cuatro semanas de solicitudes de prestación de desempleo está aumentando. La encuesta de aumento del empleo de ADP cayó de su media móvil de seis meses de 167 000 nuevos puestos a 77 000 en febrero.3 El informe del empleo de febrero mostró un aumento de 151 000 puestos, pero, si se analiza al detalle, dicha cifra sobrevalora la solidez del mercado laboral. La mayoría del aumento del empleo en sectores no cíclicos y los cuantiosos despidos del Gobierno federal tuvieron lugar después del período en que se realizó la encuesta.

Los indicadores más generales de actividad económica de EE. UU. también son motivo de preocupación. La estimación de la Reserva Federal del Banco de Atlanta del crecimiento del PIB real del primer trimestre de 2025 se ha desplomado del 3 % de hace tres semanas al -2,8 % del 3 de marzo de 2025.4 Aunque esa caída pueda deberse en parte a una aceleración de las importaciones (para adelantarse a los aranceles), el mismo informe señalaba que, desde principios de marzo, el gasto en consumo de EE. UU. se había estancado y que la inversión empresarial crecía a duras penas.

Las estimaciones de beneficios de Wall Street se están revisando a la baja. Según FactSet, las estimaciones de los beneficios del primer trimestre de 2025 van a disminuir en los once sectores, con los sectores cíclicos a la cabeza, como materiales (-16,2 %) y bienes de consumo discrecional (-8,8 %).5 FactSet también apunta a que las revisiones a la baja son mayores de lo que observamos habitualmente en esta época del año.

Los mercados han comenzado a tomar nota. Los rendimientos del bono del Tesoro de EE. UU. a 10 años han caído casi 50 puntos básicos (pb) desde sus máximos registrados en febrero,6 la curva de tipos se ha aplanado y el S&P 500 Index ha cedido sus ganancias cosechadas en 2025. Los indicadores del riesgo de mercado van a alza, incluido el índice VIX, de amplio seguimiento.7 Los movimientos diarios de los mercados son cada vez más volátiles, como indica el número de días en rojo con caídas del -1 %.

La probable causa: la incertidumbre

Entonces, ¿por qué la economía se está desacelerando y los mercados están temblando?

La culpa la tiene muy probablemente la inflación.

¿Cómo lo sabemos? Por casi ninguna otra variable ha cambiado a peor. No se han producido otros shocks adversos. El crecimiento del empleo sigue siendo positivo, al igual que el aumento de los salarios reales, que suman ya 19 meses consecutivos al alza.8 Tanto los hogares como las empresas han disfrutado de un fuerte aumento de la riqueza y un descenso del coste de capital en los últimos dos años.

Otros factores deberían haber elevado el crecimiento, incluidas las esperanzas de una extensa liberalización económica y bajadas fiscales o la caída de los precios del petróleo. Los espíritus animales9 deberían ir a más, no a menos.

Sin duda, el desafío es el desconcertante aumento de la incertidumbre en Washington D. C., que va desde el comercio internacional, al empleo público, la política exterior estadounidense y muchas otras cosas.

Los políticos que siguen el guion establecido y adoptan planteamientos poco convencionales pueden cambiar el debate. Puede que incluso logren resultados palpables, como reducir el gasto inútil o pensar nuevas soluciones a problemas dentro o fuera del país.

Pero lo poco convencional tiene un precio. Los despidos masivos de funcionarios, los giros de 180 grados sobre los aranceles, el abuso de las órdenes ejecutivas (en oposición a las leyes, que son más difíciles de revertir) y el cambio de lealtades de amigos a enemigos provocan incertidumbre.

En la economía, a casi todo el mundo le está costando entender los cambios bruscos en las políticas de Washington y sus consecuencias para las decisiones de cada día. Los cambios discontinuos vuelven inútiles las probabilidades basadas en los patrones históricos. Las probabilidades de los resultados futuros son una incógnita.

El resultado es la parálisis económica.

Por ejemplo, si los fabricantes de automóviles estadounidenses estuvieran seguros de que se aplicarán permanentemente aranceles del 25 % a los componentes fabricados en Canadá o México, podría planear sus inversiones en base a eso. Pero cuando los aranceles cambian imprevisiblemente, las inversiones se congelan. Al fin y al cabo, los compromisos de producción de los fabricantes de coches son enormes y se conciben para que duren décadas. Ningún directivo del sector del automóvil con dos dedos de frente puede realizar esas inversiones si basta con mover un bolígrafo para hacer desaparecer las rentabilidades esperadas.

Otros sectores viven situaciones parecidas. Los sectores de salud, comercio minorista, agricultura, minería, energía, entre otros, se enfrentan a lo desconocido. Los cambios radicales en el discurso y las políticas ponen en cuestión las hipótesis tradicionales sobre los compromisos de EE. UU. que van desde la seguridad nacional hasta el gasto público en los mayores programas sociales, incluidos Medicaid y la Seguridad Social.

Implicaciones para su cartera

¿Cuáles son entonces las conclusiones clave para los inversores?

En primer lugar, es importante estar atentos a los datos. Que la economía se modere no tiene por qué llevar a una recesión. Pero, al mismo tiempo, ser autocomplacientes no es muy sensato. En nuestra opinión, algo se está mascando. Y la Fed tiene ahora ante sí una labor más difícil. La inflación sigue siendo mucho más alta de lo que le gustaría y, ante un crecimiento menos previsible, la política monetaria también lo será. Por consiguiente, aumenta el riesgo de cometer errores con las políticas.

En segundo lugar, creemos que es posible gestionar el riesgo de la debilidad económica. La gestión del riesgo comienza con un análisis adecuado de las carteras, lo que incluye revisar las necesidades de liquidez. Es posible evitar tener que vender cuando el mercado tomando decisiones hoy para equilibrar los objetivos de rentabilidad y liquidez. 

En tercer lugar, es posible, diversificar el riesgo de la debilidad económica. Si la economía sigue ralentizándose, creemos probable que los bonos del Tesoro a más largo plazo y los bonos corporativos de alta calidad se comporten bien, contrarrestando las posibles caídas de la renta variable y los mercados de materias primas. Según nuestro análisis, ciertos segmentos del high yield y del crédito privado también ofrecen rentas favorables.

Por último, seguimos creyendo firmemente en que las rentabilidades de los distintos mercados de renta variable deberían ampliarse, como lo han hecho en lo que llevamos de año. Diversificar más allá de los «siete magníficos»10 y fuera de los mercados estadounidenses resulta ahora más fundamental que nunca. Los estímulos fiscales en Europa y China, por ejemplo, ofrecen margen para que las rentabilidades de los mercados regionales se desvinculen.



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